El tipo equivocado de Verde – 7 de mayo de 2019 – Ingeniería Social, Piel Blanca y Racismo Aversivo

Commune

Número 2, Primavera 2019

Por Jasper Bernes

No PODEMOS librarnos del catastrófico calentamiento global LEGISLANDO Y gastando dinero

Desde el espacio, la mina de Bayan Obo en China, donde se extraen y se refinan el 70 por ciento de los minerales raros del mundo, casi parece un cuadro. Los cachemires de los depósitos de cola radiactivos, con kilómetros de longitud, concentran los colores escondidos de la tierra: las aguamarinas minerales y los ocres del tipo que un pintor podría emplear para adular a los jefes de un imperio agonizante.

Para cumplir con las exigencias del Nuevo Acuerdo Verde (“Green New Deal”), que propone convertir la economía de los EE.UU. a energías renovables con cero emisiones antes del fin de 2030, habrá muchas más de estas minas excavadas en la corteza de la tierra. Esto es porque casi todas las fuentes de energía renovable dependen de minerales no renovables y con frecuencia de difícil acceso: los paneles solares usan indio, las turbinas usan neodimio, las baterías usan litio, y todos requieren kilotones de acero, estaño, plata y cobre. La cadena de suministro de la energía renovable es una rayuela complicada alrededor de la tabla periódica y alrededor del mundo. Para hacer un panel solar de alta capacidad, uno podría necesitar cobre (número atómico 29) de Chile, indio (49) de Australia, galio (31) de China y selenio (34) de Alemania. Muchas de las turbinas de viento de transmisión directa más eficientes requieren un par de libras (aproximadamente 1 kilo) del metal raro neodimio, y hay 140 libras (63.5 kilos) de litio en cada Tesla.

No en vano los mineros de carbón eran, durante gran parte de los siglos XIX y XX, la imagen misma de la miseria capitalista — es un trabajo agotador, peligroso, feo. Le Voreux, “la voraz” — esto es lo que Émile Zola llama a la mina de carbón en El Germinal, su novela de la lucha de clases en una ciudad francesa. Coronado con chimeneas de carbón, la mina es tanto laberinto como minotauro todo en uno, “poniéndose en cuclillas como alguna mala bestia en el fondo de su refugio... el resoplido y jadear en estallidos cada vez más lentos y profundos, como si se esforzara por digerir su comida de carne humana”. Los monstruos son productos de la tierra en la mitología clásica, niños de Gaia, nacidos de las cuevas y perseguidos por una raza cruel de dioses celestiales civilizadores. Pero en el capitalismo, lo que es monstruoso es la tierra tal como es animada por esas fuerzas civilizadoras. A cambio de estos tesoros terrenales — usados para impulsar trenes y barcos y fábricas — una clase entera es arrojada a las profundidades. La tierra, calentándose, abunda en tales monstruos de nuestra propia factura — monstruos de la sequía y la migración, del hambre y las tormentas. La energía renovable no es ningún refugio, realmente. El peor accidente laboral en la historia de los Estados Unidos, el Incidente del Hawk´s Nest (Nido del Halcón) de 1930, fue un desastre de las energías renovables. Taladrando una entrada de tres millas de largo para una central hidroeléctrica de la empresa Union Carbide, cinco mil trabajadores enfermaron al alcanzar una gruesa veta de sílice, llenando el túnel de un cegador polvo blanco. Ochocientos finalmente murieron de silicosis. La energía nunca es «limpia», como Muriel Rukeyser aclara en el épico poema documental que escribió sobre el Hawk´s Nest, “El Libro de los Muertos”. “¿Quién pasa por los tendidos eléctricos?” pregunta. “¿Quién habla por cada camino?” La infraestructura del mundo moderno se forja con dolor fundido.

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