(2017-08-21) Las desigualdades en el nivel educativo están detrás de dos muertes al día en Euskadi

Un estudio del Gobierno Vasco refleja por primera vez el impacto en la salud de los estudios cursados. Si toda la población tuviera formación universitaria se evitarían una quinta parte de las defunciones totales, cifra superior a las muertes atribuibles al tabaco

La educación alarga la vida. O a la inversa, un escaso nivel formativo está relacionado con una mayor mortalidad entre la población. Esta es una de las principales conclusiones de un estudio realizado por el Departamento de Salud del Gobierno Vasco, en el que por primera vez se refleja el impacto de las desigualdades en la mortalidad de la población vasca en función de su nivel educativo.

Numerosas investigaciones científicas ya han demostrado el impacto de las desigualdades sociales y económicas en la salud. Más allá de la herencia genética o el papel del sistema sanitario, existen diferentes circunstancias externas como la clase social, el lugar de residencia, el género o la etnia que influyen en la esperanza de vida, antes de la enfermedad. «Esas desigualdades son enormes y responsables de un exceso de mortalidad, superior al producido por la mayoría de factores de riesgo de enfermar conocidos (consumo de tabaco, diabetes...)». La buena noticia es que pueden reducirse «si se aplican las políticas públicas sanitarias y sociales adecuadas», expone el informe, recientemente publicado desde el Servicio de Estudios e Investigación de la consejería que dirige Jon Darpón.

El último enfoque se centra en verificar la influencia de la educación, entendida como los estudios cursados, en la esperanza de vida de la población vasca. Todos los datos, correspondientes al análisis de las defunciones entre 2009 y 2012 en Euskadi, llevan a un mismo resultado: el nivel formativo marca una severa diferencia en las tasas de mortalidad por todas las causas. Aunque el informe no indaga en las razones, la literatura académica asocia el logro educativo a mayores posibilidades de trabajo, recursos económicos o hábitos de vida saludables en general, lo que a su vez se refleja en una mayor esperanza de vida. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), de hecho, atribuyó las ganancias en longevidad que ha experimentado la población mundial en las últimas décadas, entre otros factores, al estilo de vida más saludable que promueve una mayor educación, según recogió en otra investigación el profesor de la UNED Miquel Requena.

El informe vasco también evidencia que los hombres y mujeres con formación universitaria tienden a vivir más años que aquellos que carecen de estudios. La brecha educativa en la mortalidad tiene un gran impacto en ambos sexos, pero está algo más acentuada entre los hombres. En concreto, la mortalidad de los hombres con menor nivel educativo fue un 58% mayor que la de aquellos con mayor instrucción. En el caso de las mujeres, la brecha se quedó en un 47%.

Dicho de otro modo, si toda la población tuviera las tasas de mortalidad de aquellas personas con formación universitaria se evitarían diez muertes al día, es decir, una quinta parte de las defunciones totales (un total de 14.736 fallecimientos en el periodo 2009-2012: 8.109 correspondientes a hombres y 6.627 a mujeres). Unas muertes que, de no existir esas diferencias en el nivel educativo, no se producirían. «La cifra supera a la mortalidad atribuible a uno de los principales factores de riesgo como es el consumo de tabaco», concluye de forma clara el informe.

Sida, cirrosis, cáncer...
La investigación demuestra que el impacto de las desigualdades difiere según la edad. Entre los jóvenes son mayores que entre las personas mayores. La mortalidad en las personas de 25 a 44 años sin estudios formales cuadruplicó (en las mujeres) y quintuplicó (en los hombres) la de las personas con el máximo nivel de estudios.
Si se observan las causas específicas de defunción, en ambos sexos, las mayores diferencias se observaron en las muertes por envenenamientos accidentales, y por sida y VIH. Entre las mujeres, les siguieron la diabetes, la cirrosis, el cáncer de cuello de útero, el cáncer de recto, la cardiopatía isquémica y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). Entre los hombres, destacan por orden de magnitud las muertes por suicidio, la cirrosis, la EPOC, el cáncer de laringe y la diabetes.

La magnitud de estas desigualdades educativas en la mortalidad en Euskadi es similar al conjunto del Estado, recoge también el informe del Departamento de Salud. Sin embargo, no hay estudios publicados que permitan comparar los resultados vascos con los de otros países de Europa en los años posteriores a la crisis.

Los resultados del estudio «refuerzan la evidencia de que para reducir las desigualdades sociales en salud no basta con afrontar los factores de riesgo clásicos (consumo de tabaco, la actividad física, obesidad, diabetes...), sino que es necesario desarrollar políticas que reduzcan las desigualdades sociales y hacer frente a las llamadas causas fundamentales de esas inequidades», concluyen los autores del informe.

Antes de la crisis
El Plan de Salud 2013-2020 se ha marcado como meta reducir estas desigualdades, tanto a través de políticas para toda la población como individuales. Las conclusiones del informe servirán por tanto para afinar en esas medidas y fortalecer la equidad del sistema sanitario, «actuar a lo largo del ciclo de vida (garantizando un comienzo seguro en la infancia, y mejorando las condiciones de vida y de trabajo de las personas adultas y mayores), fortalecer el sistema de protección social y desarrollar políticas intersectoriales que incorporen como meta la equidad en salud».

Ahora bien, los resultados descritos en el informe se produjeron tras el comienzo de la crisis (2009-2012), un periodo a partir del cual han crecido el desempleo y las desigualdades sociales, expone en el capítulo de conclusiones. «Las políticas de austeridad aplicadas durante esa crisis podrían haber aumentado la magnitud de las desigualdades socioeconómicas en la mortalidad». Argumentos que refuerzan la necesidad de que se prioricen las políticas públicas para eliminar esas diferencias en la salud, incide el informe. Significa actuar en todos los ámbitos: mejora del empleo, redistribución de la renta, protección de la infancia. Actuar también desde políticas que no se ciñen estrictamente al área de Sanidad y que también ayudan a prevenir enfermedades.

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