La Agencia Europa del Medicamento aprobó en enero de 2014 el fármaco Sofosbuvir para la hepatitis C, que Gilead comenzó a vender a casi 60.000 € por cada tratamiento de 12 semanas, 735 € por pastilla (cuando sus costes no pasan de 115 € para el tratamiento, es decir, casi 600 veces más caro).

A mediados de 2014, bajo la iniciativa de Francia, 14 países (entre los que no se encontraba España), firmaron un “llamamiento a la industria farmacéutica” para que redujera el precio. La tibia demanda a la multinacional no proponía siquiera una negociación conjunta de los precios, ya que incluso Francia defendía que “cada país debe negociar con el laboratorio”.

De esta forma, las negociaciones país por país, permitieron ejecutar la diabólica estrategia planificada por Gilead: primero pactó un precio ficticio para los países más ricos de Europa (el precio real es secreto) a los que ofreció descuentos (que tampoco son públicos). A continuación, partiendo de esos precios falsos, negoció con el resto de los países europeos (los más pobres) otro precio, a los que no aplicó descuentos. De forma que esos medicamentos son más caros en Bulgaria o Rumania que en Gran Bretaña, por ejemplo.

Con todo el campo libre, en el primer año de ventas Gilead ya ocupó el segundo lugar en el ranking de superventas, con 12.410 millones de €. En 2015, solo en España, Gilead fue a farmacéutica más rentable, con 1.755 millones de € en ventas. En 2015 fueron tratados 158.000 pacientes en 5 países europeos (Alemania, Italia, España, Francia y Gran Bretaña), a un coste medio por tratamiento de 48.000 $ por paciente. Se estima que entre 2013 y 2018 se producirá en estos países un gasto anual de 31.000 millones de dólares con estos tratamientos para la Hepatitis C. Solo en Europa se estima entre 7,3 y 8,8 millones de infectados, siendo la primera vez que en Occidente hemos probado en nuestras carnes lo que llevan sufriendo décadas los pacientes de los países pobres: falta de acceso a estos fármacos y muertes evitables……….entre los europeos.

Es vergonzoso que ningún hepatólogo haya defendido en público la emisión de licencia obligatoria para producir el genérico, lo que permite la legislación actual, y única forma de garantizar “tratamiento para todos”. En estos años, Gilead no se ha olvidado de los prescriptores. Así, Gilead premiaba en 2015 a la principal asociación de hepatólogos de España con 72.250 € en “donaciones, colaboraciones y patrocinios para la gestión de eventos”. Sobran más explicaciones.

Hemos tenido que esperar tres años, con Gilead abusando de su posición dominante y esquilmando los presupuestos públicos, para que los señores eurodiputados, después de enormes esfuerzos, elaboren una propuesta y se dignen a reclamar a la Comisión Europea, un plan para la hepatitis C y una compra conjunta, aspectos que se votarán en pleno en el próximo mes de marzo. Mucho nos tememos que, si no se toman medidas serias, de fabricación del genérico de forma masiva para romper el chantaje a que esta empresa está sometiendo a los sistemas de salud, no habrá avances. Mientras, el tiempo corre en contra de los pacientes y a favor de Gilead, sus accionistas y de quienes mantienen esta situación.

CAS febrero 2017.