(2015-06-11) Una visión crítica del programa de salud municipal de Barcelona en Común
Parece que Barcelona en Común puede ganar las elecciones de este domingo. Por eso es importante que los barceloneses estén bien enterados de las consecuencias de esta posible victoria de la coalición de fuerzas viejas (ICV) y nuevas (Podemos, Proceso Constituyente) sobre la salud pública de los ciudadanos. Aquí, sin entrar en valoraciones políticas sobre el rol de ICV a la coalición, repaso algunas propuestas que se han producido durante las últimas semanas sobre el proyecto en el área de la salud municipal.
Con un enfoque de determinantes sociales de la salud (DSS), Barcelona en Común propone acción intersectorial y de salud en todas las políticas (SeTP), es decir, incluir intervenciones para mejorar la salud del municipio en las políticas de la administración local que no se incluyen dentro del Departamento de Salud, como son, por ejemplo, las políticas de vivienda, de educación, o de planificación urbana. Barcelona en Común también dice que la aproximación de “salud en todas las políticas” es desconocida fuera del mundo de la salud pública, pero que puede alcanzar una gran mejora de la salud de los barceloneses. Ahora bien, la propuesta de Barcelona en Común es extremadamente optimista al respecto. De entrada, no es cierto que otros sectores como, por ejemplo, el educativo o el transporte no sepan que sus políticas tienen efectos sobre la salud de la población; muchos lo saben. Pero, y esto es lo más importante y donde Barcelona en Común equivoca, el problema es que los datos sobre cómo intervenir con eficacia para diferentes poblaciones son escasas. Este es el reto real.
En cuanto al sistema de salud, se nos propone un sistema público de propiedad, prestación y gestión de los servicios de salud que sea universal y equitativo. Ahora bien: en Barcelona, el hecho de garantizar un acceso universal equitativo no es el único problema con la atención de la salud. Es necesaria una atención adecuada para las diferentes clases trabajadoras (las mal llamadas clases populares), inmigrantes, jóvenes ... y afrontar las cada vez más complejas necesidades de salud (por ejemplo, envejecimiento, migración) de una población en cambio.
Barcelona en Común también habla de potenciar la salud pública y la atención primaria y comunitaria. Esto está bien, pero el sistema tiene que sobrevivir también financieramente y es necesario que nos digan cómo afrontarán los gastos crecientes (incluidos los mayores costos asociados con la atención privada concertada, que es menos accesible). Las finanzas locales están controladas por el gobierno central: casi el 50% del presupuesto viene del gobierno español (30%) y menos de la Generalidad y la provincia. Se podrían aumentar los impuestos sobre el sector de la construcción y las subidas del valor del terreno urbano. Además, están los impuestos sobre la propiedad, sobre los negocios y sobre los vehículos de propiedad. No se puede tener todo el mundo contento. La falta de precisión de Barcelona en Común da mucho miedo.
Barcelona en Común emplea la palabra revolucionaria en describir su propuesta y organización. Francamente, no creo que las propuestas sean realmente revolucionarias, sino que todos los seres humanos tienen derecho a este derecho.
Aún así, Barcelona en Común hace propuestas concretas de acción en Barcelona que son bastante interesantes y necesarias para ala ciudad. Por ejemplo, la de promover la regeneración urbana en los barrios más “desfavorecidos” (según las estadísticas locales). Muy bien, pero la pregunta clave aquí es: ¿cómo lo harán, esto? Qué es lo que funciona, en Barcelona? Para qué barceloneses? ¿Dónde están los datos ?!
Barcelona en Común propone planes de rehabilitación de barrios “desfavorecidos” (más bien, explotados), para revertir su “degradación y la exclusión” (a menudo sobreexplotación, más que exclusión), creación de espacios públicos con más servicios para mejorar la calidad de vida y en conexión con otros sectores (de nuevo la intersectorialidad) y con participación ciudadana en el diseño, implementación y evaluación del plan. De nuevo, generalidades; no hay nada de cómo.
¿Cuál es la política? ¿Cuál es la intervención? La vaguedad de la propuesta nos da miedo.
Finalmente, ¿donde está la autodeterminación de la población barcelonesa? No está nada claro que surja de una participación ciudadana. Sin saber en qué consiste la regeneración democrática de los consejos de salud, de los comités de salud, ¿cuál es el poder de la población al plan de barrios? Muchas incógnitas ...
El énfasis, en conjunto, es el de una declaración de intenciones, objetivos, la descripción de los problemas y algunos puntos generales sobre cómo llevar a cabo intervenciones. Uno diría que, cuando se quiere comunicar con la población de forma participativa, hay que dar detalles sobre qué se quiere hacer y porqué, cuáles son los datos locales, en Barcelona, que permiten hacer propuestas para un plan de barrios que funcione para las necesidades de los grupos heterogéneos de barceloneses. Uno se pregunta: ¿dónde está el trabajo previo? Después de la experiencia de décadas con el PSC e ICV, uno diría que no basta con un “confíe en nosotros, que somos la nueva (o reciclada) izquierda”.
Carles Muntaner. Es catedrático de enfermería, psiquiatría y salud pública de la Universidad de Toronto (UOT).