El alto consumo de carne roja y procesada aumenta un 26% el riesgo de morir, específicamente aumenta el riesgo de morir por cáncer, enfermedades cardíaca, respiratorias, infecciosas, hígado, accidente cerebrovascular y diabetes.

El alto consumo de carne roja y procesada aumenta un 26% el riesgo de morir, específicamente aumenta el riesgo de morir por cáncer, enfermedades cardíaca, respiratorias, infecciosas, hígado, accidente cerebrovascular y diabetes.La prestigiosa revista British Medical Journal (BMJ) ha publicado los resultados de un amplio estudio del Instituto Nacional de Salud de EE.UU., basado en una cohorte americana de jubilados y retirados de más de medio millón de participantes, entre los que se han identificado en el seguimiento 128.524 muertos.

El resultado muestra que los altos consumidores de carne roja (50 g / día por cada 1.000 calorías de carne de vacuno, cerdo o cordero) y procesada (17 g / día por cada 1.000 calorías de embutidos, bacón, hot dogs, salchichas) tienen un 26% más de riesgo de morir por todas las causas que los bajos consumidores. Por primera vez se ha observado que este aumento global de mortalidad se encontraba asociado a un mayor riesgo de morir por 9 causas específicas, entre las que se encuentra el cáncer, la enfermedad cardíaca, las enfermedades respiratorias, el accidente cerebrovascular, la diabetes, las enfermedades infecciosas, del riñón y del hígado, que representan las principales causas de muerte.

El estudio muestra además que si se sustituye la carne roja y procesada por carne blanca no procesada (pollo, pavo y pescado) el riesgo de muerte se reduce. Es decir las personas con un alto consumo de estas carnes blancas tienen un 25% menor riesgo de mortalidad que las personas con un bajo consumo.

Dentro de los factores que podrían explicar este efecto de la carne roja y procesada se encuentra su contenido en hierro hemínico (que le da el color rojo, y que es una fuente de formación endógena de nitrosaminas), y el contenido de nitrato y de nitritos en la carne procesada (que se agregan para favorecer su conservación). El estudio permite mostrar por primera vez que el contenido de estos factores está independientemente asociado al incremento de mortalidad.

La asociación con la mortalidad no es una prueba definitiva de causalidad, porque la mortalidad está condicionada por otros factores, pero constituye un indicador importante para la salud pública sobre el impacto que tiene el consumo de carne roja y procesada en la salud de la población. El mejor indicador de causalidad es la asociación con la incidencia o ocurrencia de enfermedad. Al respecto recordamos que la OMS-IARC evaluó en 2015 el efecto de carcinogenicidad del consumo de carne roja y procesada en relación a la ocurrencia de cáncer de colon y recto. La conclusión fue definitiva. La carne procesada fue clasificada como seguro cancerígena para el hombre y la carne roja como probable cancerígena.

Pero la evidencia científica basada en meta-análisis y revisiones sistemáticas de grandes estudios prospectivos de cohorte sobre los efectos del alto consumo de carne roja y procesada es abundante y comprende otros tumores. Ella nos muestra que hay una evidencia convincente de que el alto consumo de carne roja aumenta el riesgo de cáncer de colon y recto, que probablemente aumenta el riesgo de cáncer de páncreas, de pulmón y de esófago y posiblemente de cáncer de estómago . Asimismo nos muestra en forma convincente que el alto consumo de carne procesada, como ya hemos comentado, aumenta el riesgo de cáncer colorrectal, pero además probablemente de páncreas y de estómago, y posiblemente de esófago.

El alto consumo de carnes rojas y procesadas, no sólo tiene un efecto perjudicial para la salud. Tiene además un impacto negativo sobre el medio ambiente y es responsable de una parte importante del cambio climático. Recordemos que la cría de animales y la producción de carne ocupan aproximadamente el 75% de las tierras dedicadas al sector de agricultura, consume el 35% de la producción mundial de granos y produce un 14,5% de la emisión de gases de efecto invernadero. La emisión de metano, por la normal fermentación de los excrementos de los animales y la deforestación de bosques (que captan CO2), para ser destinados al pastoreo de ganado, son los mayores responsables de esta emisión de gases.

Una dieta basada principalmente en alimentos de origen vegetal (como la dieta mediterránea), basada en productos de estación y proximidad, no es sólo mejor para la salud, sino para la sostenibilidad del medio ambiente. Tiene un menor impacto en emisiones contaminantes, consumo de energía y agua, y contaminación del suelo. La renuncia del gobierno de Trump en EEUU (el segundo país más contaminante del mundo) a los acuerdos sobre el cambio climático, y el reciente informe de la Agencia Europea de Medio Ambiente, que señala a España como el país europeo donde más han crecido los gases de efecto invernadero, nos exigen ser aún más conscientes del impacto ambiental de nuestros hábitos y actividades diarias, y entre ellas de las consecuencias que generan la producción y transporte de los alimentos, y el efecto de nuestra dieta sobre la sostenibilidad del planeta tierra.

Los organismos y comisiones de expertos internacionales recomiendan no consumir más de medio kg de carne roja a la semana (70 g / día) de media (el consumo en nuestro medio es 2 a 3 veces superior), evitar las carnes procesadas, consumir unos 400 g / día de frutas y hortalizas, consumir diariamente cereales integrales, aceite de oliva y reducir el consumo de alcohol.

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